Thursday

Calle LONDRES con PARIS: El mito de Bond, mito sobre el real macho al servicio de una indolente


La siguiente es la historia oculta de Bond… al menos así, él decía llamarse. No tenía números que siguieran a su apellido. Su amor imposible era Penny, mujer servil como pocas, pero sujeta a rumores de virginidad por cicatrización. Entre ambos no había ocurrido nada. Ella se le negaba con rudeza y él acicalado tiernamente seguía en su busca, cruel afán. Bond Vive hoy en Londres con París, Santiago Centro, justamente sobre el que solía ser un burdel de mediana monta, parejito. Ella, la Penny, reside a en el barrio alto, y es vecina del fundo donde se realizará el reality de las Granjeras. Pretende ella aprender de este televisivo show y no volver a recibir jamás otra misiva desmitificadora como la que Bond le ha escrito. Las preguntas a seguir son: ¿habla Bond de Mitos, Verdades o Ilusiones? ¿la virginidad por cicatrización existe? ¿aman las Mujeres a los ÑoÑos? ¿aman las Mujeres? Bond nos hablará de sus mitos y verdades desmitificadoras en capítulos. Tres de ellos. Sepa el lector que este investigador de anecdotexperiencias ha debido pagar y caro por su testimonio…demasiado caro. Este es... el testimonio claro.

"… Decido escribir algo mientras ya tarde me quedo nuevamente despierto pensando sobre mi vida y evaluando las cosas…

Cada vez que tengo dos o tres minutos de soledad y noche, te me vienes a la mente; Debe ser por eso que suena la música y las canciones me llevan a pensar inexorablemente en ti y en lo que eres para mí, en lo que te has convertido…

• Mito número uno: los hombres son insensibles, no piensan más que en ellos, sus amigos y en su trabajo;

• Mito número dos, los hombres no lloramos, ni menos echamos de menos a quien nos interesa pues las apariencias, como la imagen, debe ser la de la compostura;

• Mito número tres, el hombre que busca en una mujer tras otra un amor o una idea del amor, busca como reemplazar el amor maternal, su condición de hijo de su madre;

• Mito número cuatro, no existe el hombre que quiera ser fiel; como ello no ocurre ni siquiera en el pensamiento, menos ha de ocurrir en las acciones;

• Mito número cinco, me olvidé de ti…

Extraña situación la nuestra que, más que compartida, es sólo mía... pero extraña. No te tengo, ni te he tenido desde hace ya más de 13 años, trece. No me has tenido, ni me buscas, no me esperas, ni me quieres, no me oyes, ni menos me ves, no ríes ni lloras en mi hombro, no me llamas, ni te llamo, no duermes ni despiertas conmigo y tan sólo soy para ti, una idea. Extraño, ¿no? Ahora que lo pienso, más saben el papel, mi almohada, mis amigos y mis sueños de ti que tú misma. Tengo la impresión que entre nosotros existe una relación surrealista, algo así como una cuento en el que los protagonistas son personajes, que sujetos al destino hecho voluntad, jamás se reúnen y no saben del otro. Bueno, al menos si esto fuera compartido… La cosa más que extraña empieza a ser trágica.

Creo, siento, asumo y vivo cada una de las cosas que te dije cuando me declaré. No soy más ni menos que eso. Como jamás lo soy con nadie, soy verdadero contigo. Te hablo y hago sólo verdades y me entrego a ti en tu total ausencia, como un adolescente. Y es que adolezco de ti y muy singularmente, sigo ahí por y para ti. Recordemos, te ofrecí quererte mucho, quizás amarte, entregarme en cuerpo y alma, apoyarte, acompañarte en lo adverso y en lo bueno, llorar y reír juntos, crecer, luchar, escucharte y serte fiel. Te dije que como nadie yo te entiendo, acepto, valoro, admiro, deseo, quiero. Te dije que soy paciente, que estaré esperándote y que si ello me tomaba una vida, bien vales la pena. Nunca pensé que te haría llorar y abrazarías al punto de derretirme entre tus brazos; no soñé que al mirarme a los ojos de frente me dirías que como yo no existe otro hombre y que ciertamente como tanto te conozco, nadie te amaría como yo. Me mataste, caí sin más y me entregué a tus ojos, a tu cara, a tu cuerpo, y no me atreví desde ese momento a tocarte ni a mirarte sino entre pétalos y con los ojos abiertos. Yo, el inalcanzable, el intratable, distante, lejano, a veces ruin, coqueto, galán, macho y amante, me entregué con todo, en todo, a ese momento y a ti. Destruí al que me forjé para mí mismo en busca de salvaguardas y sombras, para abrirme como hace ya años a una mujer. Puse mi corazón en tus manos y esa noche, ya tarde en mi cama, me dormí feliz sabiendo que volvía al amor, a la mujer, a la vida, fortalecido y digno de una mujer como tú. Ciertamente, volví.

Vaya entonces que extraña es esta situación. Tú y yo acordamos, y juntos jamás fuimos ni somos hoy. Y aferrándome al mito, estos cinco mencionados, me hacen reflexionar sobre un nosotros inexistente y en mi corazón que te piensa simplemente y sin más.

Pero vamos al tema de los mitos… acompáñame

Mito número uno… soy sensible, por ti, por nadie más. Te llevo en una procesión de sentimientos sin pies ni cabeza, y mi mente no me basta para comprender, para asumir. Me sensibiliza tu vida, tus cosas, tu ausencia. Emocionado, vivo momentos que te dedico en pena o alegría, y sueño con tu hombro o risas, sin sentirlas, palparlas o vivirlas. Patética dedicación a lo inverosímil, a lo inexistente, a la idea sensibilizadora que subyace en el rincón más atesorado de mi mente y alma y que tan sólo es mía y de nadie más. Patético verdaderamente. El mito se destruye pero me aferro a él para sobrevivir, para seguir por ahí, buscando placeres efímeros que no satisfacen tanto como llenarme de angustias y vacíos. No sé si les pasa a mis congéneres, pero vaya que me sirve este mito. Me ayuda y me hace pasar los días. Me mantiene a migajas de un amor que por no ser, me corrompe y me dicta. Patético hombre insensible busca a la mujer que quiere para hacerla consciente de que es amada: aviso económico no publicado en diario de circulación local. ¿cuántos habremos?, no muchos espero, no muchos, aunque este mito número uno, insisto, hace pensar, eso sí, siempre en soledad.

Mito número dos… lloro, verdaderamente, lo hago como un niño. Te extraño a sabiendas que no lo haces y te llevo a cada lugar como un amuleto a quien se le dedican buenas venturas. Extrañándote, lloro por mi torpeza, miedos y vergüenzas. Lloro por ser más hombre, por no tomarte en mis brazos y besarte apasionadamente; lloro por la idea que ese beso inexistente me produce y por no sentirte como una vez lo hice. Lloré, sin ir más lejos hace tan sólo unos días cuando me encontré a un personaje al que te entregaste como no lo has hecho conmigo; no comprendí como él te alcanzó. Lo envidio tan sólo por eso, por haber sabido como tocar las fibras íntimas de tu aceptación. Y río al saber que te perdió por no saber quien eres realmente, por no intuir la mujer que eres y que quieres ser. Confieso que me confundo, que no me explico las cosas y luego me acallan tus palabras, esas que me dijeron que sabías que, como yo, nadie te querría tanto. Mas sigo sólo, no estás y no me alcanzan las lágrimas para tomar valor y entre mis brazos decirte con un beso, que no te equivocabas. Extraño eso de mí para ti, la fortaleza que en otras soy capaz de derrochar en busca de lo efímero que satisfaga mi necesidad de momento y hacer de ese momento eterno para nosotros, para tí. Como dice el mito, las apariencias lo son todo, y salvaguardo, lo confieso, mi hombría y machismo en cuestiones efímeras. Pero la apariencia no me engaña y permanezco a los pies de quien no me quiere, no me sabe, ni está. Tú. La verdad de este mito, en nuestro caso, es que la imagen de nuestra realidad, que no existe, es nuestra realidad en mi cabeza y corazón. Somos sólo en mí, y yo, cual caballero de mesas redondas, ciertamente mantengo y guardo mi compostura. Patético indudablemente, sabiendo que en estos precisos momentos lloro.

Mito número tres… busco, sueño, quiero y deso un ideal. Patéticamente y muy a mi manera ese ideal no me quiere a mí. Creí que no volvería a anidarse el amor en mi carne, ni menos que desearía a una mujer junto a mi. Hoy lo hago, pero… tú no estas ahí. En cuanto al mito, digámoslo, este tiene variantes, como la del clavo que desclava, o la que dice que el que busca encuentra y, la más genial de todas, la que dice que el amor nos llega. Todas variantes de un mito asentado en una condición machista, como gregaria, por la que el hombre requiere de vastedad de mujeres para encontrar el amor, que paradojalmente, nos llega. Yo no busco, me buscan, yo quiero y no lo soy, siento y me hago insensible. Extraña mi vida. Cuando más deseo a una, más todas se ofrecen. El amor esta de oferta, lo ofrezco ciertamente yo, y lo que se me ofrece, no te alcanza, no da tu altura. Patético que me mantenga así, sabiendo que como a ti, no me quiero dar a nadie. No busco madres, la mía fue suficiente y, habiéndose ido, no quiero otra que la reemplace. Madre hay una sola, como el amor es uno. No los confundo. No me sirven las que pululan en pos de un néctar que se no les pertenece. Sí, confieso, prueban, pero sólo prueban. La soledad me envilece y debilita. No quiero eso, quiero esa noche de declaración hoy, mañana y siempre. Perdóname sin que tengas que perdonarme. Hazlo, y hazme digno de ti, hazlo en mis sueños, sabiendo que no estas aquí. Perdona mi debilidad, esa que no me da fuerzas para tomarte y asumir, perdona mi condición de hombre, búsquedas insulsas, juegos que no son más que lastimeros pedidos de cariño prestado. Acéptame en la idea de quien quiero ser por ti. Dame la fuerza que me falta, perdonándome sin saberlo. Patético, nuevamente, un niño soy, no un hombre. Atino tan sólo a pensar, a modo de excusa, que el amor no correspondido debilita… estoy débil, cansado, perplejo. No quiero más búsquedas, no creo en amores que llegan, creo que el amor se hace, se construye, se comparte y yo quiero construir para ti y contigo.

Mito número cuatro… difícil tema el de la fidelidad. Ciertamente lo he sido en el pasado y es un valor que atesoro. Mas no por ello lo que pienso es la regla. La fidelidad es respeto, compromiso, entrega, fundamento y pilar desde donde se construye. Tú y yo no podemos hablar de fidelidad, no hemos hecho nada más que en mi mente, en mis anhelos. Pero te soy fiel en mi pensamiento, estas siempre ahí, siempre. Estás donde no te alcanza nadie, como distante pero omnipresente. He llegado a creer que te tengo fe, que llegarás a mí mañana, que abriré los ojos y sabremos que somos el uno del otro. Este es mi dolor, mi gran dolor. No se como continuar así, manteniendo la fe en el amor al que no se como hacer andar, creyendo que todo encajará perfectamente, como en un puzzle armado por el destino. No sé que es lo que tenemos y siento que más que nada, no me ves ni sientes como yo a ti. Se me hace difícil mantener esto. Mucho. No se como hacer que te fijes en mí, me mires y me veas. No sé como seguir amando un sueño, un ideal. No sé como serte fiel si no sabes que lo soy. No se como estar con alguien si nadie se te compara. No me escuchas decir buenos días, no te doy un beso de buenas noches y no me sientes. La fe y la convicción se han vuelto para mí en una sola cosa: Tú. Pero no lo sabes, no lo compartes, ni menos sientes algo por mí. Cuando me explico que es tu trabajo, la vida, la vorágine, mi trabajo, tu cansancio, el mío, tu familia y amigos, los míos, no entiendo absolutamente nada y caigo en la convicción de saber que si esto hubiese sido, entonces, ya lo sería. Consecuentemente, convertí esto en un tema de fe, respeto, compromiso, entrega, fundamento y pilar desde donde se construye. Y me duele tanto, tanto, que no se como seguir, ni si he de seguir. Desearía tanto que me dijeras que jamás será, que no somos el uno para el otro, que lo nuestro murió el día en que me declaré, que como ya no fue, no será, que siga mi vida, que me busque alguien digna de mí, que te encanta lo que digo y que lamentas no corresponderme. Pero que me digas lo contrario cada vez que esbozo el tema me mata, agobia y duele. Entonces, resolví tener fe, creer como no lo hago jamás, decidí aceptarme solo, sin nadie, a la espera de ti, por que no me das indicios de nada. Soy ese hombre casi perfecto, casi ideal, casi precioso, casi bello, casi amante, casi amado, casi nada. Y si algo ciertamente soy, eso es fiel, a tu ser, a tu mirada, a ti. Yo, patética existencia en fe de un amor, que por querer ser, no fue, ni es.

Mito número cinco…no me olvido de ti. Te llevo en mi corazón y te pienso cada día. Sueño con tener cada uno de los medios para hacerte feliz, con amarte y darme por entero a ti, porque seas la carne de mi carne, por contribuir a que seas la mujer que quieres ser; estás en mi alma y mis ruegos caminas conmigo aunque no te muevas de donde estés. Estás siempre ahí y no te olvido ni quiero. Estoy patéticamente embriagado de ti, de tu idea, de tu futuro, de nuestra idea -mi idea-. Quiero hacerte reír, dormir, despertar, descansar, soñar, llorar, comprometer, dar, recibir, concretar, compartir, amar y ser amada. Soy un tonto, patéticamente sin remedio, rendido a la ignominia de no saberse amado y no poder amar. No soy ni mío ni tuyo. Simplemente aguardo el momento en que me hagas comprender que lo nuestro fue tan sólo en mi mente o bien que esa noche, tus lagrimas, las mías, nuestras vidas, las que sé que aún no empiezan, son las que hablamos y compartimos.

Como siempre, termino sin saber nada de tu ser, sin sentir nada, solitario, pero fiel.
Soy un incauto, un remedo del que quiero ser para y por ti.
Busco el amor que quiero forjar en la fe, extrañándote y aniquilando al olvido que me pide que continúe y te saque de mi vida para siempre.
Aniquilo mitos en soledad.
Tengo fe en nada y todo.
Tengo fe en el que soy.
Quiero ser por ti.
Patético."

1 Comments:

Blogger SoulProvider said...

Thanks mate, I sure will.
Greatings and Salutations

6:23 PM  

Post a Comment

<< Home